Un baño relajante

Una vez, solo una vez en tu vida, en mi vida, esta situación de descanso, de relax, un baño relajante, el baño relajante. Agua caliente cubría todo mi cuerpo y miles de pétalos de rosas rojas flotaban en el, algunos se unían formando una capa totalmente uniforme. Este fin de semana era el fin de semana más relajante de mi vida. Una casa rural lejos de todo y de todos, de él. Le escribí una carta al irme diciéndole que no me buscara aunque sabía perfectamente que iba a mover cielo y tierra hasta encontrarme. Pero en este instante estaba yo, era yo, yo sola. Sonó la puerta, la puerta, malditas puertas, cuántas veces me había golpeado con ellas, o eso decía.
-¡Abran, abran!- Era el casero de la casa rural. Habrá llamado al timbre y como no he contestado se habrá preocupado y hasubido.
-¡Oiga, abra la puerta!
No contesté.
-¡Llamaré a la policía!
Seguí sin contestar, estaba tan relajada que me daba igual quien viniera, que venga la policía y quien quiera.
Al rato la policía tiró la puerta abajo. Parece, por su cara, que les asustaba la situación. Se acercaron a mí corriendo tirando a un lado la silla en la que había dejado toda mi ropa. Cogieron mi cuerpo, sí, mi cuerpo, yo ya no estaba allí, y qué decir de los pétalos rojos sobre el agua, desde el punto de vista de los demás habían pasado a ser algo totalmente negativo, supongo que todo depende del punto de vista que se mire.
-¡Está todo lleno de sangre!- dijeron.
Mi marido llegó al rato fingiendo entristecerse por mi pérdida, se le daba bien fingir, se nos daba bien fingir, el que me quería, yo que me quería.
Pero por fin se acabó, baño relajante, bendito baño relajante.

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